CELTA 1 ATHLETIC 1
Poca gente en la Peña. Sabía que Lutxo, Eli , Ivan y Guillermo estaban en Vigo.
El objetivo sólo podía ser la victoria y el Athletic fue incapaz de lograrla ante un Celta muy justito que, por si sus achaques fueran pocos, se vio obligado a jugar la última media hora con un hombre menos. La culpa la tuvo Pablo García, quién si no. El uruguayo es un caso clínico de futbolista desbocado. No es que pierda los estribos, es que no los tiene.
La ventaja numérica, eso sí, fue decisiva para que el Athletic cogiera aire, aclarara sus pocas ideas, empatara y tuviera opciones de victoria hasta el final. De hecho, en el último minuto del descuento Sarriegi dispuso de una ocasión inmejorable para lograr el 1-2. Su cabezazo, sin embargo, se estrelló en el poste antes de que Muñiz Fernández pitara peligro en el rechace y diera por concluido el encuentro. Esta jugada postrera vino a confirmar la extraña maldición que persigue al central de Lazkao, cuya puntería ante la portería rival es exactamente la contraria de la que muestra frente a la suya propia. A su portero es capaz de marcarle goles portentosos, pero a los contrarios les perdona la vida una y otra vez. Eso sí, el hombre las remata todas. Si algún día consigue atinar, el Athletic dispondrá de media docena de goles por temporada con su firma. Sarriegi y asociados.
Momento decisivo
Lo cierto es que no hubiese sido justo el triunfo de los rojiblancos, cuya decepcionante actuación en Balaídos puede subdividirse en varias fases. Hasta el minuto 20 puede hablarse de un comienzo potable. No había profundidad, pero sí firmeza y buenas intenciones. Luego -vaya usted a saber por qué- el equipo cayó en la intrascendencia más absoluta y se diluyó como sólo él sabe hacerlo, lo que en el minuto 35 le costó el 1-0 tras una jugada ensayada que culminó Ángel. Tras el descanso, Mané cambió piezas. Gabilondo salió en lugar de Dañobeitia, un futbolista limitadísimo cuya titularidad resulta desconcertante incluso en estos momentos de extrema precariedad. Lejos de mejorar, el equipo siguió demudado. Sin color. «Empanado», por citar la expresión que utilizó Sarriegi en vestuarios. Aranzubia le libró del 2-0.
Pintaban bastos para los rojiblancos, pero a la hora de partido dos hechos cambiaron por completo la decoración: la entrada de Aduriz en lugar de un desafortunado y desasistido Urzaiz y la expulsión antes citada del Pablo García. Se entró entonces en una cuarta fase de idas y venidas. Aritz Aduriz dio vida al Athletic con un recital de entrega, velocidad y estupendos controles. El equipo entero se activó a su alrededor y se lanzó a por el empate. Mereció su gol el donostiarra, que peinó con maestría una falta bien sacada por Yeste.
Lo que no se mereció fue tener que abandonar el campo lesionado tras un choque con Pinto, una mala noticia para este Athletic que sigue como estaba. Mal, pero ni mejor ni peor de lo que estaba. Se hace difícil aventurar cuál va a ser el porvenir de los rojiblancos en los próximos partidos. Se supone que el equipo reaccionará y que los jugadores son conscientes, como les recordó el otro día su entrenador, de que en el Athletic se trabaja por un sentimiento. Pero la verdad es que no se aprecian muchas señales de ello. Es más, hay determinados detalles -los extraños experimentos de Mané en las alineaciones o las súbitas caídas de tensión del equipo- que no auguran nada bueno. Pero no seamos pesimistas. Una victoria ante Osasuna nos haría ver las cosas de otra manera. ¿O no?
La ventaja numérica, eso sí, fue decisiva para que el Athletic cogiera aire, aclarara sus pocas ideas, empatara y tuviera opciones de victoria hasta el final. De hecho, en el último minuto del descuento Sarriegi dispuso de una ocasión inmejorable para lograr el 1-2. Su cabezazo, sin embargo, se estrelló en el poste antes de que Muñiz Fernández pitara peligro en el rechace y diera por concluido el encuentro. Esta jugada postrera vino a confirmar la extraña maldición que persigue al central de Lazkao, cuya puntería ante la portería rival es exactamente la contraria de la que muestra frente a la suya propia. A su portero es capaz de marcarle goles portentosos, pero a los contrarios les perdona la vida una y otra vez. Eso sí, el hombre las remata todas. Si algún día consigue atinar, el Athletic dispondrá de media docena de goles por temporada con su firma. Sarriegi y asociados.
Momento decisivo
Lo cierto es que no hubiese sido justo el triunfo de los rojiblancos, cuya decepcionante actuación en Balaídos puede subdividirse en varias fases. Hasta el minuto 20 puede hablarse de un comienzo potable. No había profundidad, pero sí firmeza y buenas intenciones. Luego -vaya usted a saber por qué- el equipo cayó en la intrascendencia más absoluta y se diluyó como sólo él sabe hacerlo, lo que en el minuto 35 le costó el 1-0 tras una jugada ensayada que culminó Ángel. Tras el descanso, Mané cambió piezas. Gabilondo salió en lugar de Dañobeitia, un futbolista limitadísimo cuya titularidad resulta desconcertante incluso en estos momentos de extrema precariedad. Lejos de mejorar, el equipo siguió demudado. Sin color. «Empanado», por citar la expresión que utilizó Sarriegi en vestuarios. Aranzubia le libró del 2-0.
Pintaban bastos para los rojiblancos, pero a la hora de partido dos hechos cambiaron por completo la decoración: la entrada de Aduriz en lugar de un desafortunado y desasistido Urzaiz y la expulsión antes citada del Pablo García. Se entró entonces en una cuarta fase de idas y venidas. Aritz Aduriz dio vida al Athletic con un recital de entrega, velocidad y estupendos controles. El equipo entero se activó a su alrededor y se lanzó a por el empate. Mereció su gol el donostiarra, que peinó con maestría una falta bien sacada por Yeste.
Lo que no se mereció fue tener que abandonar el campo lesionado tras un choque con Pinto, una mala noticia para este Athletic que sigue como estaba. Mal, pero ni mejor ni peor de lo que estaba. Se hace difícil aventurar cuál va a ser el porvenir de los rojiblancos en los próximos partidos. Se supone que el equipo reaccionará y que los jugadores son conscientes, como les recordó el otro día su entrenador, de que en el Athletic se trabaja por un sentimiento. Pero la verdad es que no se aprecian muchas señales de ello. Es más, hay determinados detalles -los extraños experimentos de Mané en las alineaciones o las súbitas caídas de tensión del equipo- que no auguran nada bueno. Pero no seamos pesimistas. Una victoria ante Osasuna nos haría ver las cosas de otra manera. ¿O no?
2 comentarios:
Primero de todo un saludo y agradecerte el esfuerzo que supone este blog para tenernos informados a todos los que tenemos el Athletic en nuestro corazón ,soy Pedro ,tuve el placer de ir con vosotros a Tarragona y yo y mi hijo disfrutamos un monton con vuestra compañia .Os hice llegar un escudo de hierro que aunque los colores no estan muy logrados espero que os guste , un abrazo y convertiré este blog en el primero que visite cada día que pueda.
Aupa Pedro!!! Se agradece el agradecimiento ( y valga la redundancia); aportaré lo que buenamente pueda y continuaré poniendo cosas en este blog que espero que se convierta en un referente para los Athletizales. Ese escudo de hierro no lo he visto, ni sabía nada; lo veré y ¡seguro que me gusta!!!
¡AUPA ATHLETIC!!!!
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