martes, 11 de marzo de 2008

EL ATHLETIC ANTE EL ESPEJO

Reproduzco, por su interés, un artículo de Patxi Alonso:
El Athletic es algo grande. Puede que estemos ante la única institución capaz de acoger bajo una misma bandera a todos los estamentos, clases e ideologías que conviven en una sociedad tan compleja, dolorida y fragmentada como la nuestra. Una realidad que quedó gráficamente plasmada en los prolegómenos del partido del domingo. Hay días en los que la imagen que el espejo refleja de ti mismo no es la que te gustaría contemplar. Pero eres tú el que está al otro lado. Un viejo axioma de la prensa anglosajona afirma que las opiniones son libres pero los hechos son sagrados. Es incuestionable que no hubo minuto de silencio en San Mamés. Fueron apenas ocho segundos que han dado para llenar tertulias y cuyas imágenes se repiten hasta la saciedad en el gigantesco espejo público de la televisión. Ahí nos quieren. Ahí nos tienen.

Una vez más, los profetas de siempre nos miran con lupa y nos exhiben con descaro, como a un mono de feria, ante el juicio sumarísimo de la opinión pública. Nada nuevo bajo el Sol. El hecho en sí resulta incluso irrelevante comparado con el fondo de la cuestión. Sonará pueril, pero que sea San Mamés el escenario elegido para escenificar este desgarro, ahonda la sensación de desamparo. Durante más de una década recorrí esos campos de Dios siguiendo al Athletic. Recordar ahora los agravios recibidos llenaría varias páginas. Pero no serviría de nada. Resultaría casi grosero. Tales hechos, sin embargo, nunca fueron noticia de portada. Un ex alto mandatario de un club de campanillas me confesaba ayer mismo que, en situaciones similares, utilizaban la música de fondo con el objetivo de acallar las voces incómodas y preservar su imagen. Y les estoy hablando del club más rico y laureado del mundo. La pregunta que subyace ahora es de un calado que, francamente, me sobrepasa. ¿Debe el Athletic Club, como institución, preservar su privilegiada función de punto de encuentro ciudadano? ¿O no puede permanecer ajeno a las turbulencias que sacuden a esa sociedad a la que pertenece? Mírense ante su espejo particular y busquen su propia respuesta.

En el ámbito futbolístico, el Athletic no acaba de reconocerse. El espejo le sigue devolviendo una imagen deformada. Sus jugadores me recuerdan a esos actores que se leen sólo las escenas en las que intervienen y sólo se enteran del argumento cuando ven la película en el cine. La victoria del domingo fue, de nuevo, medicinal. Algo así como tomarse un jarabe. Alivia, pero te deja un regusto amargo. Estamos más cerca del objetivo. Y eso es bueno. Es la ventaja de situar tan bajo el listón. Atascados en el nivel 1 del videojuego, no podemos aspirar a ser los reyes de la Play. A falta de juego colectivo, toca aferrarse a la inspiración individual. La de Fernando Llorente está resultando decisiva para huir de la quema. Cuando no marca los goles, los da. Otra historia es la de Gabilondo. Todo un Guadiana con patas capaz de vestir durante meses el disfraz de hombre invisible, surgir de las catacumbas y acudir al rescate de sus compañeros como si nada. La confesión de Caparrós tras el pitido final fue sintomática. «Lo importante -dijo- es que ya queda un partido menos». Paradojas de un equipo que, en los últimos años, nos reserva sus mejores momentos para las vacaciones. Este año, si somos buenos, igual podemos disfrutar hasta de las de Semana Santa. Y en Sevilla.

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